martes, 3 de agosto de 2010

Las Tentaciones de Jesús en el Desierto

Evangelio Lucas 4, 1-13


Jesús, lleno del Espíritu Santo, se dejo guiar a través del desierto. Se dejo tentar por el demonio durante 40 días.

En nuestra vida espiritual podemos estar viviendo un desierto, una desolación y aridez muy grande. Sin experimentar ningún tipo de consuelo sensible y en muchos casos para aquellos que tienen una sensibilidad más desarrollada a nivel afectivo, se hace eterno y agónico este momento.

En todo ese tiempo Jesús nos muestra como uso varias herramientas de las cuales podemos profundizar más adelante. Primero la oración, segundo, la fe, el ayuno y por último la perseverancia.

La primera tentación fue cuando Jesús sintió hambre. El demonio sabe de nuestras necesidades, sobretodo afectivas y viene atacar en la debilidad que tenemos. Todos sentimos hambre de ser estimados y amados inclusive por Dios. La primera área atacada entonces es la afectiva. Los afectos están directamente ligados a nuestras heridas más profundas. Eso de aquello nos alimentamos toda la vida, esa necesidad primera y hasta esencial: ser amados.

Jesús rechaza esta tentación de frente. Le dice al demonio, puedo prescindir de eso. Será que nosotros podemos decir lo mismo? Muchas veces no, y esa herida se convierte en una necesidad profunda, mas tarde se convierte en una atadura que alimenta otros sentimientos, que incrementa otras heridas y que en definitiva me van quitando libertad.

No puedo vivir solamente de eso, existe algo más, algo que aunque no vea estoy llamado a ser a vivir a descubrir y experimentar… “ Si eres Hijo de Dios…” la herida de la propia identidad, (quien soy, para que estoy en este mundo) El demonio va mas allá busca desequilibrar nuestra propia identidad y las heridas son solo un medio. En realidad lo que busca es que no descubramos que somos hijos de Dios.

La segunda tentación, es con el poder, llámese como se llame, todos experimentamos en algún momento la necesidad de estabilidad física, emocional, de ser estimados, tenidos en cuenta, tener status. Ser reconocidos, tener dinero o ser respetados gozar de todo lo material. Vivimos una preocupación excesiva por el tiempo y nada alcanza, nada sacia, siempre falta y acumulamos hasta lo innecesario. Se acumula riquezas a veces hasta para nuestras generaciones futuras. Cuando se probó el poder , no se lo quiere dejar de ninguna manera. Eso el demonio lo sabe muy bien. Esto también lo vivimos en ámbitos religiosos cuando se nos dan ciertas responsabilidades cuánto cuesta dejarlas después cuando nos dicen gracias por los servicios prestados, solo hiciste lo que debías hacer… cuando se tiene una responsabilidad y gente a cargo muchas veces pensamos que tenemos cierto poder sobre esas personas y sus decisiones. La ambición se hace a veces desmedida, caemos en la tentación de creer que somos aquello que poseemos y si lo perdemos, no somos nada.

Qué decir del que posee el conocimiento y ejerce ese poder en los que no saben. El demonio ahí muestra su verdadera intención: el mundo es de él y lo puede dar a quien quiere. Pero a qué precio?

La respuesta de Jesús es Dios es Uno, solo El merece reconocimiento, solo El tiene poder, solo El Es la existencia misma, el creador y todos somos por El y solo a El servirás.

El servicio que nos revelara Jesús en la ultima cena será la de lavar los pies a sus discípulos.

Finalmente las tentaciones son más fuertes van creciendo en niveles. La primera toca nuestra área sensible, la segunda el área de la mente, la inteligencia queriendo obsesionar con el poder y la última el área de la voluntad. Lo que no implica que todas estas área estén interconectadas y en muchos casos todas atacadas a la vez o una más que otras porque somos una unidad. Lo cual implica que todas estas aéreas necesiten ser sanadas o bien liberadas.

La tentación más fuerte va a ir en aquello que es fundamental y esencial a nuestra existencia, el sentido de nuestra vida. No solamente quienes somos sino para que estamos en este mundo, nuestra vocación o nuestra misión. Y eso es dar un salto de fe, esperanza. Elevarnos por encima de nuestras limitaciones y debilidades no es una tarea demasiado fácil, todo lo contrario. Es dar un paso cada día, es abrigar la esperanza del encuentro, es una ofrenda permanente, es morir y resucitar, es creer aun sin ver, y es perseverar hasta el final.

La vida, es el don primero y el demonio le dice a Jesús que se quite la vida, porque Dios mandara a sus ángeles y no permitirá que te pase nada. Esto que parece una locura, en boca de un seductor mentiroso como es Satanás se vuelve para nosotros una obsesión en estados de tanta angustia y que no sabemos cuál es el sentido de nuestra vida, desesperados no vemos más que este tiempo y estos hechos, sin tener en cuenta que estamos llamados a la eternidad, a la felicidad eterna y esto el demonio lo sabe puesto que el mismo eligió la condenación eterna Porque él es el padre de la muerte, el mismo se declara como la muerte en sentido que quitándose la vida, aquello que es lo más valioso para Dios el logra su triunfo. De hecho creyó mas tarde que con la muerte de Jesús venció. Pero no tuvo en cuenta que asumiendo el Señor la muerte asume las consecuencias de nuestro pecado y resucita y nos resucita con él. Esto es lo que vivimos en el bautismo, este primer y gran sacramento que nos devuelve la vida divina ,y nos hace hijos de Dios.

Como el pueblo elegido pasamos por el desierto, de la esclavitud a la libertad en medio de vicisitudes, necesidades, rebeldías. Pero donde Dios se va revelando, donde se muestra providente, misericordioso.

Sananos Jesús por tu encarnación en María, tu vida pública donde te pasaste predicando que el Reino estaba en medio nuestro, por todos tus padecimientos pero sobretodo porque es tu voluntad que estemos libres y sanos. Por eso Señor sana, libera, desata nuestras heridas consientes y aquellas que nosotros mismos desconocemos y son causa de tentaciones frecuentes, debilidades, enfermedades, bloqueos o ataduras y ábrenos a la gracia infinita de tu corazón misericordioso que quedo abierto para que entremos en El las veces que sean necesarias para el perdón y la reconciliación. Bendito seas Señor!

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